miércoles, 27 de marzo de 2013

Semana Santa



La Semana Santa se centraba en la Iglesia. En las casas Jueves Santo y Viernes Santo, las madres cocinaban el potaje de garbanzos con romanzas y bacalao, la tortilla de patata y las natillas para la comida del mediodía, rompiendo con el acostumbrado plato único y haciendo bueno el refrán que dice: ¨tres días hay en el año que se llena bien la panza; Jueves Santo, Viernes Santo y el día de la matanza¨. Para evitar que en algún hogar no se dispusiera de los ingredientes necesarios ingredientes para la preparación de la tradicional comida eran costumbre los regalos mutuos entre vecinos y familiares de los productos que se tenían. Los huevos, el aceite, la leche, los garbanzos y las patatas circulaban como presentes entre los hogares.
El Jueves Santo las campanas enmudecían, anunciándose los actos religiosos por el toque de la matraca. El oficio de tinieblas, la misa del Jueves Santo con el lavatorio de los pies a doce hombres, a quienes se entrega un pan, la vela al Santísimo por las mujeres y por los hermanos de las Cofradías de La Cruz y el Señor, el sermón de las siete palabras, lo Oficios de la tarde de Viernes Santo con la larga lectura, en latín, de la Pasión, las procesiones de la Dolorosa y el Nazareno, hasta la Casa de Dios y el Vía-Crucis eran ceremonias a las que asistía la mayoría del pueblo; sin olvidar la recogida de romero utilizado para adornar el Altar, que se quemaba despacio en la lumbre para que su humo ahuyentara las tormentas.
A la Misa de Gloria de la noche del Sábado Santo sucedía la procesión del Domingo de Resurrección, y así acababan los actos religiosos.
Romero de Jueves Santo
La víspera de Jueves Santo algunos hermanos de la cofradía de los Santos iban a por dos o tres cargas de romero, para traerlo a la iglesia y después de hecho el Monumento se ponía de alfombra. El Viernes al quitar el Santísimo dos hermanos de la cofradía lo repartían a la gente que lo conservaba en su casa para quemar un trozo en la lumbre los días de tormenta, así se prevenían de los rayos alejándola. 
El Agua Bendita
Cuando el Jueves Santo se quitaba el agua bendita de las pilas de la Iglesia el Sábado la recogía la gente echándola en pilas pequeñas junto a la cabecera de sus camas y usándola para santiguarse y echarla por la casa.

                               Día del bollo
El domingo de Pascua la mocedad y los niños pasaban la tarde en los alrededores de la ermita de la Concepción y en la Era de la Mocara, dispersos por el campo comiendo cada uno el bollo que había llevado de casa jugando a la rana y otros juegos tradicionales. Los niños acudían luego al pozo de la Trasoná, esperando que algún mayor le sacara agua con un cubo para poder saciar la sed producida por el bollo y las carreras que hacían entre ellos. Volvían al pueblo para ir al baile. 



La Verea
El lunes era el día de la Verea. En familia o con amigos, en las primeras horas del día a lomos de caballos o burros, adornados con bonitas mantas se iban al campo, siempre donde  hubiera  agua, a pasar el día disfrutando  de  la naturaleza y degustando los alimentos que llevaban en las alforjas. Tendían las mantas en la hierba o a la sombra de un buen roble o encina, dando buena cuenta de las viandas que llevaban, torreznos, solomillos, lomos de la matanza destinados a partirse ese día. Un paseo por el campo o la práctica de algún juego eran los complementos del día, hasta que a media tarde regresaban a sus hogares.
                                                     
 Día del huevo
Con el martes de la Pascua, o día del huevo terminaban  estas fiestas. El paseo o el baile eran las diversiones de la mocedad en este último día. A los niños se les llevaba al paseo  y como merendilla se les daba huevos cocidos decorados previamente con aceite, hojas de lirio y piel de cebolla.


 El domingo de Cuasimodo
Era el domingo siguiente a la Semana Santa. Con las viandas que habían sobrado de los demás días, se volvía a salir al campo a darles acabo, de ahí el dicho: “el domingo de cuasimodo nos lo comimos todo”




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